Un poema de J.R. Jiménez

La sencillez aparente y la musicalidad son dos de las características que más aprecio en la poesía de J.R. Jiménez, un poeta muy prolífico no solo en la cantidad de poemas que escribió sino en la cantidad de estilos que abarcó a lo largo de su vida, desde unos inicios modernistas hasta el poema en prosa Espacio, pasando por sonetos y otras formas canónicas. Como ejemplo dejo este breve poema lleno de fuerza y frescura a la vez:

Amanecer

Te quitaste, riendo,

lo mismo que una reina loca,

tu corona de sueños,

y la echaste, radiando al sol alegre,

¡y te abrazaste a mi toda desnuda

sólo con tus cabellos negros, blanca!

Escuchando a Manuel Rivas

Ayer, en la librería Muga pudimos asistir a la presentación del libro Contra todo esto de Manuel Rivas. Acompañaba al escritor Fernando Ferro, habitual de Muga, grabador y agitador cultural como se gusta llamar. Escuchar hablar a Fernando es un placer en sí mismo, aumentado si además luego el que habla es un autor de la talla de Manuel Rivas, pero no hago esta entrada por lo que se habló ayer sino por que ese mismo día, antes de ir hacia Vallecas, había leído un poema de Rivas cuyos versos finales me parecen de una sutileza y una fuerza inmensas:

Tu mano vacía era una forma extraña.

Lo contenía todo

y en ella lloraba, en cuclillas, la nada.

Solo me queda recomendar al Manuel Rivas reivindicativo del libro que se presentó ayer,  al autor sutil de El lápiz del carpintero o La lengua de las mariposas  pero nadie debería perderse al Manuel Rivas poeta, imprescindible.

Cazadores de palabras

Ayer pasando de canal en canal paré un momento en el programa de Antena 3 «El hormiguero», no lo veo habitualmente pero al ver al cantante Ricky Martin lo dejé unos minutos. Estaban hablando del huracán que arrasó hace unos meses Puerto Rico, su país. Ricky Martin decía que su hijo le propuso romper su «alcancía» para ayudar a las víctimas del desastre. La entrevista no tenía mayor interés pero el uso de esa palabra me pareció maravilloso. Por el contexto era evidente que era un sinónimo de hucha, pero me sonó a palabra antigua, perdida en el tiempo, pero ahí están esos hipanohablantes del otro lado del océano para mantener en uso palabras remotas y a la vez para evolucionar el idioma o para dinamizarlo con nuevos usos. Desde España nos sentimos a menudo como el ombligo del idioma español y no somos conscientes de que la mayoría de hablantes del idioma no son españoles.

Busqué el significado en el diccionario de la RAE y esto es lo que encontré:

alcancía.
Del ár. hisp. *alkanzíyya, este del ár. clás. kanz ‘tesoro’, y este del pelvi ganǰ.

1. f. Vasija, comúnmente de barro, cerrada, con solo una hendidura estrecha hacia la parte superior, por donde se echan monedas que no se pueden sacar sino rompiendo la vasija.

2. f. Bola hueca de barro seco, del tamaño de una naranja, que, llena de ceniza o de flores, servía para hacer tiro corriendo o jugando alcancías.

3. f. Olla llena de alquitrán y otras materias inflamables que, encendida, se arrojaba a los enemigos.

4. f. Am. Cepillo para limosnas o donativos.

5. f. germ. padre de mancebía.

6. f. pl. Juego de correr alcancías.

Como era de suponer es una palabra del árabe hispánico con origen en el árabe clásico (Kanz), que a su vez la heredaron de la lengua pahlavi, que es persa medieval. No está nada mal el recorrido de esta palabra desde la Persia de las Mil y una Noches hasta las costas del Caribe. Los idiomas nos definen en muchos aspectos, nos dicen de donde venimos, con quién nos relacionamos, como nos comunicamos. Cada uno de ellos, desde el más hablado (¿chino mandarín?¿inglés?) hasta los más locales, como el euskera, deben ser preservados, conocidos y tenidos como lo que son tesoros de diversidad.

Cuantas palabras o términos no escuchábamos de boca de nuestras abuelas que actualmente no usamos, o cuántas palabras forman un pequeño diccionario local de una comarca, de una región, en la que utilizan tal o cual diminutivo y que al hablante de otros sitios nos choca, o debería chocarnos, pero no en sentido negativo, sino en el sentido de descubrimiento, de encuentro, de expansión de nuestro horizonte léxico convirtiéndonos en alertas e intrépidos cazadores de palabras.

Pessoa y la poesía

En el libro de Pere ballart «El contorno del poema» se trata de delimitar qué es un poema, es una aproximación al hecho poético desde un enfoque práctico plagado de ejemplos y citas valiosas a las que ir para continuar el camino una vez terminado su texto. Uno de los ejemplos, hablando del yo poético son estos versos de Pessoa de su Autopsicografía que se pueden leer en la página 198:

El poeta es un fingidor.

Finge tan completamente

que llega a fingir que es dolor

el dolor que de veras siente.

«El contorno del poema» está editado por la Editorial Acantilado.

Y sin embargo…

Los ojos fríos del inquisidor se relajaron a medida que la confesión iba avanzando. No había hecho falta llegar a la persuasión física, tan desagradable  por otro lado, por lo que tenía de humillación por parte del reo cuando empezaba a confesar. La justicia de Dios había prevalecido. Aquel hombre viejo, de pelo  blanco, revuelto y mirada lunática se desdecía ante el tribunal y los presentes de todas sus herejías.

¿La tierra se mueve? Están locos, si les dejásemos sumirían en el caos a la sociedad, solo la Santa Madre Iglesia tiene la potestad de decidir sobre estas cuestiones, solo los doctores de la iglesia adoctrinan.

Este loco, con su telescopio, ese instrumento diabólico, el Creador nos ha dado ojos, nada hace falta para aumentar su visión, estamos siendo blandos. Deberían quemar todos esos instrumentos y todos los libros que incitan a su uso.

Galileo estaba cansado, había tenido que desdecirse de todas sus tesis. El hastío fue el principal motivo para su confesión, no tenía fuerzas para seguir luchando contra aquella roca insensible que era la inquisición. Por más razones, por más pruebas, aquellos hombres nunca soltarían su presa, ni cederían su posición de privilegio. Si la tierra se mueve alrededor del Sol, la humanidad, la creación del Señor ya no será el centro del Universo y sobre todo, tendrían que reconocer que estaban en un error.

Galileo había dejado de escuchar y solo miraba como corría la tarde a través de la ventana, la oscuridad iba tomando su lugar. Podía imaginarse la luna saliendo, en cuarto creciente y cerca de ella a unos pocos grados, hacia el horizonte, dirección noreste, le acompañaría venus, el planeta caliente al que la diosa romana le da su nombre. Solo quería, a aquellas alturas, que le dejasen en paz y poder seguir viendo atardecer los años que le quedasen.

El orador terminó y el juicio se dio por terminado. El viejo lo agradeció en su interior. Se acercaron sus amigos y el dogo del presidente del tribunal intuyendo que aquello había terminado se levantó y se desperezó ostentosamente, el perro, como una estatua, había permanecido tendido inmóvil a los pies de su amo mientras el juicio se había celebrado. El viejo, pasó sus ojos por las túnicas negras y las tonsuras de los clérigos, miró a los peligrosos ojos claros del inquisidor y haciendo un gesto con la mano hacia el perrazo dijo a sus amigos

– y sin embargo, se mueve.

De Séneca

«No consiste el valor, como tú padre, piensas, en temer a la vida, sino en hacer frente a los males por grandes que sean, y no volverles la cara y retroceder».

Séneca, Phoen [190-192] Extraído del Capítulo III, Libro segundo de los Ensayos Completos de  Michel de Montaigne, Ed. Cátedra.-

Corazas. Cuento histórico I

Siempre me ha gustado la novela histórica, la única novela que tengo escrita puede calificarse así, y siempre me ha gustado la época napoleónica y en concreto lo ocurrido en España, supongo que herencia de la lectura de los Episodios Nacionales de Galdós, por eso escribir un cuento sobre esos tiempos no me resulta extraño. Quizá lo extraño sea el formato, el cuento, pero su técnica y su extensión permiten acercarse a distintas épocas y escenas como a través de una ventana, simplemente para echar una ojeada, mirar a un lado y a otro y pasar al siguiente relato. En Como Pompas de Jabón hay al menos tres cuentos que podrían considerarse como históricos. De momento aquí dejo Corazas, la historia de un soldado francés en la España de la Guerra de la Independencia:

CORAZAS

El sargento de coraceros Benoît Lerroux se levantó sobre los estribos para tener una mejor vista de la llanura. Hacia el oeste se divisaba un cerro pequeño, amarillo y seco, como toda aquella región abrasada por el sol de España en julio. Al este, unas casas blancas, arremolinadas en torno a un campanario, parecía que a pesar del calor se amontonaban como si tuviesen frío o para conjurar algún miedo atávico y tan antiguo como la tierra.

Detrás de él, su escuadra, una veintena de muchachos de todos los rincones de Francia, alsacianos, normandos, marselleses… alistados al calor de la república algunos y los más bajo el influjo imparable de “El Corso”. Realmente, Benoît pensaba que todos ellos habían escapado de vidas esforzadas y miserables en las granjas paternas, lo que no esperaban es que la vida en el ejército francés lo era aún más, con el añadido de poder acabar despatarrado en cualquier campo de Europa siguiendo al Emperador.

Los observaba por las noches cuando acampaban, muchos de ellos aún tenían un rastro de horror en los ojos después de lo que habían visto y hecho en Madrid. Dios, había sido difícil hasta para él que llevaba gastando botas desde que se alistó como tambor para la expedición de Egipto. Cuando volvió, ingresó en los coraceros, si iba a recorrer medio mundo, por lo menos que fuese a caballo.

Madrid, aquellas calles estrechas por las que tenían que ir en formación de a dos, aquella turba enfurecida que les lanzaba de todo desde las ventanas. Eso cuando no salía alguna mujer enloquecida que tijeras en mano acuchillaba caballo, bota, pierna y lo que encontrase hasta que inevitablemente caía con el cráneo partido de un sablazo que el propio soldado se espantaba de haber lanzado contra una modistilla o una lavandera, quizá igual de dulce que la que lo esperaba en Dijon.

Pero aquello no fue algo momentáneo o aislado. Fue una batalla que duró todo el día y cuyo acto principal tuvo lugar contra aquellos soldados que habían sacado los cañones a la calle, disparados primero por profesionales, después por hombres, mujeres, curas, adolescentes iracundos contra los que Benoît y su escuadra cargó con el pesado sable en alto y que uno a uno fueron matando, porque solo los muertos cesaban en su empeño. Aquella noche ya lo vio en los ojos de sus hombres y supo que aquello les había cambiado a todos.

Ahora frente a aquel pueblo, la cosa parecía distinta. Iban en descubierta, tenían que confirmar los rumores que habían llegado a los generales de que el ejercito español preparaba un último esfuerzo y que junto con tropas irregulares podían estar cerca de una población llamada Bailén, a unos veinte kilómetros de donde se encontraban.Aquello que tenían frente a ellos no era Bailén, era mucho más pequeño, pero aquellos jinetes formados apuntando con sus lanzas hacia ellos, aquellos, sí eran un obstáculo. Allí habría treinta o cuarenta, los suficientes como para que Benoît supiese que debía volver grupas y alejarse. Indicó a sus soldados que volviesen al campamento, que él iría después cuando hubiese observado mejor a los lanceros. Benoît vio alejarse a unos y a otros, se bajó del caballo y poco a poco se fue despojando de todo aquello que lo pudiese vincular con el ejército francés. Después volvió a montar a caballo, al sur estaba el ejército español, al norte el francés, era por la tarde, así que le pareció de buen augurio seguir la marcha del sol, comenzó a cabalgar hacia el oeste pensando qué se en- contraría, pensó en Portugal y el gran océano y más allá América. Puede ser, se dijo mientras veía como se ocultaba el sol que ahora marcaba su camino.

Thomas Linley (hijo), el Mozart inglés

Este músico inglés nació en Londres el 7 de mayo de 1756 y murió en Lincolnshire el 5 de agosto de 1778. Se le conoció como el Mozart inglés, supongo que en aquella época la fama del genio de Salzburgo eclipsaba todo el mundo de la música.

Se conocieron en Italia cuando ambos tenían 14 años y uno había ido a estudiar violín a Florencia y el otro de gira de exhibición como pasó su infancia, de corte en corte, mostrando las habilidades del niño prodigio.

En el siglo XVIII no era raro morir joven y él lo hizo antes incluso que el propio Mozart, a los 22 años. Se puede obtener más información sobre este músico en el siguiente enlace en este otro en inglés.

Además de compositor era violinista y gracias a ello nos dejó una de las piezas más bellas que he oído con ese instrumento, que por otra parte es mi preferido. Me refiero al segundo movimiento, Adagio, de su concierto para violín en F mayor. Disfrutarlo.